Los autores de éste texto comienzan
estableciendo que el método no puede ser estudiado de forma separada de la
investigación que se realiza, es decir que para que exista un verdadero estudio
de algo, es necesario que se tome en consideración el todo más que la
observación de sus partes. En este sentido establecen que el método no debe
reducir la realidad separándola en fragmentos, sino que es necesario que se
aborde desde una perspectiva más amplia considerando a la realidad como un
sistema en su conjunto.
Así se tiene que la
metodología se refiere a la teoría que engloba las operaciones de investigación
y tiene que ver con los instrumentos conceptuales que le dan importancia a
comprobación experimental. Los autores se ponen a favor de una visión conjunta
entre método y metodología con la finalidad de evitar, según lo explican,
reduccionismos y evitar la anarquía conceptual.
Los autores además, establecen
que la reflexión epistemológica debe darse
desde el interior de cada proceso de
investigación, en el momento en que los elementos conceptuales y los elementos
técnicos son propios de la verificación experimental particular, lo cual se
vincularía con el proceso de investigación en concreto, situación que trae como
consecuencia un conocimiento irreducible
y se logra concretar la lógica científica del conocimiento de la verdad,
que debe ser constantemente puesta en duda para refutarla o bien rectificarla.
Además de lo anterior, se
establece el concepto de vigilancia epistemológica, la cual se relaciona con la
idea de tomar en consideración la fuerza heurística de los conceptos con el
objetivo de que exista una coherencia teórica entre las ideas teóricas o
formales y las ideas del investigador, las cuales deben identificar dentro de
las prácticas investigativas el error, y dentro de su marco teórico buscar y
aplicar los mecanismos metodológicos que le permitan superar los obstáculos.
En este orden de ideas,
Bachelard afirma que esta vigilancia permitiría entender la lógica del error
para construir luego la lógica del descubrimiento de la verdad como polémica
contra el error y así sucesivamente con las nuevas verdades las cuales pueden
ser relativas y contener nuevos errores.
La vigilancia epistemológica
se vincula con la capacidad de llevar conceptos
y métodos a otros trabajos de investigación, con el propósito de que al
ser sacados de su entorno original, puedan adquirir nuevos usos. La práctica de
la vigilancia epistemológica debe ser cotidiana y tendiente a subordinar el uso
de técnicas y conceptos a una valoración continua sobre las condiciones y los alcances
de su validez.
La vigilancia epistemológica
no implica aferrarse a una obediencia incondicional, ni a un proceso de
seguimiento de reglas lógicas que no se pueden cambiar, sino que es preciso
reconocer que existe una disponibilidad estructural en los conceptos, lo que
constituye una de las condiciones del conocimiento.
Pero existen riesgos en la
práctica de la vigilancia epistemológica, uno de los cuales surge cuando el científico
sobredimensiona su pertenencia particular a un marco teórico con respecto a la
disciplina en la cual éste se inserta, es decir que el investigador puede caer
en el desplazamiento de ideas propias que pueden a llegar a ser extremas, pero
sin embargo un buen científico no debe
dejar de ser coherente.
Lo que resulta inaceptable
para el científico, según los autores, es que su desplazamiento epistemológico
lo lleve a burlar el acuerdo epistemológico que se encuentra inmerso en la
disciplina a la cual es afín el científico. El desplazamiento no genera
problemas si se lo entiende como una búsqueda de la verdad. Detener la
vigilancia es aplicar excesivamente la metodología, así también el uso de
instrumentos sin verificar con antelación las condiciones bajo las cuales éstos
se aplican, la clave es la coherencia dentro del mismo sistema.
Posteriormente los autores
hablan sobre la ruptura, la cual consiste en alejar de la ciencia la influencia
de las nociones comunes con el objetivo de la objetivación de las técnicas de
investigación, para ello es necesario realizar una crítica lógica y estructural
del lenguaje común utilizado con el objetivo de elaborar algunas de las
nociones científicas; el aporte de la Estadística es insoslayable en esta
labor, pues el análisis estadístico puede descubrir la trama de relaciones que
se entretejen continuamente en la experiencia.
También se habla de la práctica
científica, la cual debe suponer una ruptura
con las nociones previas del sentido común por el hecho de que el
descubrimiento científico no se reduce nunca a una simple descripción de lo
real, sino a romper con lo real y con las configuraciones que éste propone a la
percepción, en éste sentido la frase: “Una investigación seria conduce a reunir lo
que vulgarmente se separa o a distinguir lo que vulgarmente se confunde”, nos
da a entender que es necesario establecer una ruptura con el saber vulgar y
espontáneo, con sus prenociones erradas.
La idea anterior tiene que
ver con quitar de la mente las ideas y relaciones más aparentes y familiares,
para dar a luz un nuevo sistema de relaciones e ideas entre los elementos de la
investigación, y así obtener un conocimiento abstracto y científicamente válido
que sea pieza clave en la búsqueda de la verdad.
Un problema que surge en
casi todo trabajo de investigación es el que tiene que ver con el uso del lenguaje
en la práctica de investigación, ya que
el lenguaje común encierra en su vocabulario y en su sintaxis una filosofía
inmutable de lo social. El investigador por ser parte de un entorno social
corre el riesgo de emplear inevitablemente algunos términos vulgares, cayendo
en un pseudo cientificismo espontáneo que puede no ser apropiado para manejar
los argumentos del propio trabajo investigativo y no se diga de la búsqueda de
la verdad.
Para evitar la situación
descrita anteriormente, los autores afirman que el investigador debe redefinir
las palabras comunes dentro de un sistema de nociones expresamente definidas y
metódicamente depuradas, sometiendo a la crítica los problemas y esquemas que
la lengua científica toma de la lengua común. De esta manera se evitaría caer
en el cientificismo espontáneo, que nace cuando se emplean términos vulgares,
reflejos distorsionados de explicación y descripción.
Otra reflexión importante es
que, no sólo el sentido común limita la actividad científica, sino que también
la vigilancia epistemológica con respecto
a una misma tradición disciplinar puede llegar a ser un mal consejero
para la investigación propiamente científica, así la palabra tradición supone
una valoración despectiva para los autores que se relaciona con el encasillamiento
de conceptos e ideas.
La tradición agrupa a
individuos particulares y las autoridades destacadas, pueden obrar en prejuicio
de la libre voluntad del científico concreto. En suma, el investigador condicionado
por su propio paradigma disciplinar, no construye su objeto de conocimiento,
sino que lo reelabora y lo reconstruye, y lo hace por un simple mecanismo de
extracción artificial de elementos teóricos establecidos y de aspiración
universal.
Un paso importante de todo
trabajo de investigación es la construcción del objeto, al respecto los autores
afirman que dicha acción puede realizarse en función del establecimiento de
supuestos e hipótesis metódicamente construidas con miras a la prueba
experimental. Frente a ello, los autores entienden el proceso de construcción del objeto y de
diferenciación de las disciplinas científicas por la diferencia de tipo
terminológica, así como también por el objeto y metodología que emplean.
Se llega entonces a la
conclusión de que es necesario superar el cientificismo espontáneo de los
conceptos vulgares y el rigor analítico formal de los conceptos llamados
operatorios. Una vez logrado esto, la delimitación del objeto particular de
cada ciencia daría como resultado una construcción de denominaciones
específicas. Al elaborar nuevos objetos, se fabrican nuevas relaciones entre
los aspectos de las cosas. Así nacen los conceptos sistemáticos, que son
producto de un uso en referencia continuo con respecto al sistema total de
interrelaciones científicas de la disciplina.
La diferencia entre objeto
real y objeto de conocimiento científico radica en que el objeto real es un
objeto espontáneo que surge de la realidad inmediata, en tanto que el objeto científico
es un objeto pensado, siendo definido éste en función de las interrelaciones
que existen en el sistema al cual pertenece y construido como consecuencia de una
problemática científica, sin la cual el objeto de investigación no existiría
como tal.
De la interacción entre el
sujeto y el objeto, se construye el hecho y este a su vez interactúa con los
dos primeros de tal forma que puede identificarse como el producto científico.
Decir que el hecho se descubre implica que ya está dado, por lo cual al sujeto
sólo le competería descubrir un objeto ya preconcebido. El sujeto cumpliría un
rol más pasivo en este caso, frente al objeto - activo, que potencialmente,
tendría en sí la semilla del conocimiento.
BIBLIOGRAFÍA
BOURDIEU, Pierre;
CHAMBOREDON,
Jean-Claude;
PASSERON, Jean-Claude;
“El oficio de sociólogo”.
Siglo veintiuno
editores.
México 1978
No hay comentarios:
Publicar un comentario